México enfrenta una crisis el 81% del territorio nacional controlado por el crimen organizado
La seguridad y el control territorial indican que México enfrenta crisis, según cifras oficiales, el 81% del territorio nacional controlado por el crimen organizado, 175 grupos criminales, lo que significa que el Estado solo conserva pleno dominio en el 19% del país. Esta alarmante realidad no solo pone en evidencia la debilidad institucional, sino que también amenaza directamente la vida, el bienestar y el futuro de millones de mexicanos.
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El crimen organizado: un enemigo que crece sin control
El problema del crimen organizado en México ha evolucionado más allá del narcotráfico. Durante las últimas décadas, estas organizaciones han diversificado sus actividades ilícitas, creando un sistema paralelo que abarca extorsiones, secuestros, cobros de piso, trata de personas, tráfico de armas, asaltos violentos y asesinatos. Este modelo delictivo no solo destruye comunidades, sino que también debilita la economía, erosiona la confianza en las instituciones y normaliza la violencia como parte de la vida cotidiana.
En muchas regiones del país, los cárteles han suplantado al gobierno, imponiendo sus propias reglas, cobrando impuestos ilegales y administrando justicia según sus intereses. Esto convierte al Estado en un espectador sin poder real, incapaz de cumplir su deber fundamental: garantizar la seguridad y el bienestar de la población.
La promesa incumplida de garantizar seguridad
El gobierno tiene como responsabilidad primordial proteger a sus ciudadanos, pero en México esta promesa se ha quedado en el discurso. Hoy, millones de mexicanos viven bajo la sombra del crimen organizado, enfrentando diariamente la posibilidad de extorsiones, robos o secuestros.
La presencia del crimen organizado no solo genera un clima de miedo, sino que también tiene repercusiones económicas profundas. La inseguridad ahuyenta la inversión, paraliza el desarrollo de las comunidades y obliga a miles de familias a abandonar sus hogares, dejando atrás sus medios de vida. Además, la confianza en las instituciones públicas está gravemente erosionada. Para muchos mexicanos, denunciar un delito o acudir a la policía no solo es inútil, sino peligroso, debido a la corrupción y la infiltración del crimen organizado en las fuerzas de seguridad.
La crisis de seguridad trasciende fronteras
El problema de seguridad en México no se limita al ámbito nacional. Con la posible reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2025, las tensiones en la relación bilateral podrían intensificarse. Durante su primer mandato, Trump priorizó el control migratorio, pero esta vez el enfoque parece dirigirse hacia el crimen organizado y el tráfico de drogas, especialmente el fentanilo.
Desde la perspectiva de Washington, México ha perdido el control de su territorio, lo que genera un impacto directo en los intereses estadounidenses. Este escenario podría derivar en mayores presiones para que México acepte intervenciones externas disfrazadas de «cooperación». Incluso, Trump ha planteado la posibilidad de designar a los cárteles mexicanos como grupos terroristas, lo que abriría la puerta a acciones militares unilaterales bajo el argumento de proteger la seguridad nacional de Estados Unidos.
Las posibles repercusiones de una política agresiva estadounidense
Aunque algunos sectores en México ven con buenos ojos la posibilidad de una intervención estadounidense para combatir el crimen organizado, esta solución podría traer consecuencias no deseadas. Si bien podría reducir el flujo de drogas hacia Estados Unidos, el impacto en el interior de México sería devastador. La presión sobre los cárteles podría empujarlos a diversificar aún más sus actividades delictivas, aumentando delitos como secuestros, extorsiones y trata de personas, problemas que afectan directamente a las familias mexicanas.
Además, la deportación masiva de migrantes propuesta por Trump podría agravar aún más la situación. Muchos de estos migrantes, al regresar a México sin empleo ni oportunidades, quedarían en condiciones de vulnerabilidad, convirtiéndose en potenciales reclutas para las filas del crimen organizado. Esto añadiría un nuevo nivel de complejidad a la crisis de seguridad que ya enfrenta el país.
Recuperar el control del territorio es un reto inaplazable
Frente a esta realidad, el gobierno mexicano no puede seguir minimizando la magnitud del problema. Es urgente implementar una estrategia integral y efectiva para enfrentar al crimen organizado y recuperar el control de su territorio. Esto requiere reconocer que el crimen organizado es una amenaza existencial para el país, y actuar en consecuencia con medidas contundentes.
Uno de los pasos fundamentales es fortalecer las instituciones de seguridad y justicia. Esto implica capacitar y equipar adecuadamente a las fuerzas policiales, erradicar la corrupción en todos los niveles y garantizar que los delitos no queden impunes. Asimismo, es crucial que el sistema judicial actúe con transparencia y eficiencia, devolviendo a la ciudadanía la confianza en las instituciones.
La narrativa oficial también necesita un cambio radical. En lugar de enfocar los discursos políticos en problemas externos, es fundamental priorizar la resolución de los conflictos internos. Esto no solo mejoraría la percepción del gobierno entre los ciudadanos, sino que también demostraría un compromiso real con la transformación del país.
La educación como herramienta contra la violencia
Otro aspecto clave es el papel de la educación en la lucha contra el crimen organizado. Desde las escuelas, se debe trabajar para enseñar a los niños y jóvenes a rechazar la violencia y cuestionar la normalización del crimen en la cultura popular. Canciones y figuras que glorifican a los cárteles contribuyen a perpetuar un problema que afecta directamente a las comunidades. Un cambio cultural es esencial para debilitar las bases de apoyo social del crimen organizado.
La cooperación internacional: una alternativa necesaria
Aunque la soberanía nacional es un tema sensible, México no puede descartar la posibilidad de colaborar con otros países para enfrentar el problema del crimen organizado. Sin embargo, esta cooperación debe darse bajo condiciones claras y bien definidas que respeten la autonomía nacional. Trabajar en conjunto con Estados Unidos y otras naciones podría ser clave para combatir el tráfico de armas y drogas, pero sin perder de vista que la solución final debe provenir de una acción decidida dentro del país.
México en una encrucijada histórica
El futuro de México está en juego. Mientras el gobierno se enfoca en discursos nacionalistas o ignora la magnitud del problema, el control real del territorio sigue en manos del crimen organizado. Este es el verdadero desafío que enfrenta el país: recuperar el poder dentro de sus propias fronteras y garantizar la seguridad y la justicia para todos los ciudadanos.
La solución no será rápida ni sencilla, pero es una necesidad urgente. El verdadero enemigo no está en el extranjero, sino en el abandono interno. México necesita actuar con valentía, determinación y estrategia para enfrentar este problema. Solo así podrá garantizar un futuro digno, seguro y próspero para su población.
El tiempo de actuar es ahora. La seguridad de millones de mexicanos depende de ello, así como la estabilidad y el desarrollo de la nación. Recuperar el control del territorio no es solo una meta política, es una obligación moral y una necesidad vital para el país.
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